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jueves, 28 de enero de 2010

miércoles, 23 de diciembre de 2009





A  Jean Cousteau
I
Si en esos dédalos de sombra, ausente la llamarada de los amores, lejos la gravitante Castilla, flotase un lirio de amor en fiebre de otras tierras;
si cayéndose nuestros labios, alegremente, por la borda del navío en celo, nos diéramos un abrazo a la redonda, la juerga de llambrias y algas venenosas al lado;
si las luces a medianoche, en puerto nuevo -luces tañendo el galope del corazón solitario, luces como lágrimas de niño apenas de madrugada - nos dijeran una sorpresa, la buenaventura,
si nos dieran un regalo, con este muelle ebrio, a ti, a mí, Alba, con cestos de mimbre puro, eternizados...
sería
otra tu tonada en cada uno de los carpinteros, de los herreros, de los pescadores,. de los mozos en las aduanas, de los marineros y su única chaqueta,
otro tu gorgeo de ruiseñores,
otro tu vuelo de gaviota emparejada al seguimiento de los bajeles, a todas las rutas y en todos los amores de marzo o las navidades intemporales,
otro, sin duda, el perfil de la tierra volcada en nardos y gladiolos, en bagaje de amapolas.

II

Al continente de nuestros sueños, han caído las nubes.
Y canta la máquina del tiempo, berreantes himnos de cabezas de brujo.
Está la mar jugando ahogos, pelados gritos: un nudo en la garganta. Una gota, otra más, en la frente, en tu palma cuarteada.
Está la mar jugando: Fiesta de San Juan.
Y recordándonos, recordándote, Alba,
peregrinas estrofas retuerce la bruma.
Noctámbulas caricias, luto del cielo y, cerrándose en coágulos, un bulto amargo.
(Pueda ser que, por allá, por el este, la tempestad aflore. Tal vez por el oeste).
Dime, ¿tenemos, aquí, en alta mar, un este o un oeste? Un norte, tenemos, ¿sí?
Sin escaparates, ni cebollas, ni olor a kerosene, ni jolgorio de multitudes, el puerto. No hay puerto. En medio de la mar burlona, nuestra noche de San Juan.
Y sin horas exactas, al este o al oeste, el calendario: Junio,24. Noche de San Juan.
¡Oh!. Curiosamente, al cabo, aplausos del gentío en la penumbra.
Mi albo Donizetti, resongo pensativo, agonía de azucenas, ofrenda circunstancial.
(¿No ven tus ojos, extraviado amigo, continente menudo, lector de poemas,
no ven tus ojos, proa de luces en contorsión?)
¡Luciérnagas! Sonreid en alta mar ¡Es la noche, lejos del puerto, noche oblonga de San Juan!
¡Ah, Donizetti!, juegas, jugamos, esta noche de mar y brumas.
¡Avivad luces al agua!
Al fondo de la mar golosa caed, brillad a enjugar sueños de camaradas en flor, niños en grito a todo dar.
¡Mirad! Luciérnadas desde mi albo Donizetti.
¡Mirad, en fila! Fiesta sin hogar, a mitad de encanto...
III
El baile de los piratas

Caída la sombra, borbotantes los labios, me he quedado al viento.
Un "Marlboro" ha visitado mi soledad, en juncos y golondrinas de mar.
Al estruendo de los platillos, al furor de los tambores, - no se mira nada de las estelas, ni nada de los olas púber -, cosquillando los pies, la quietud remuerde.
Blancas columnas, fluir de ruidos, motor en cierne, relámpago que a estribor brilla y rebrilla -tempestad al oeste-, la mar alzando su majestad de hembra.
¿Qué va a ser de ti, Donizetti, pasada la medianoche?
(Relámpagos, nocturna fotografía, silueta fantasmal de Bretón y sus apóstoles, boite de nuit y rameras extraordinarias...).
Es el baile de los piratas. Con cada ida y venida, el baile de los piratas, cerca, al borde del trópico.
¿Te gustan los piratas? Que no, que sí. Me gusta la libertad en el pirata y el pirata en su libertad. Que no mandaderos, que no camareros arrugados, que no por cada bajel el menos o el más, que todos iguales por el pan, por la alegría. Ser pirata y llevarme Alba, para todos los mares y todos los trópicos
                y una noche, noblemente,
                dormir la mar, la mar dormir, tendido de oriente a occidente,
                ser un dios insumergible y sumergiendo amores
                de noche a noche, de trompeta a trompeta, de grito a grito, de rumor a rumor, de vela a vela,
                de rumor a rumor, de vela a vela, de babor a estribor...
Es la fiesta del pirata, esta noche lejos de Alba y de los puertos. Esta noche, pensándolo sin lema, nuestra pelea cogiendo el occidente.
Y no ser del todo ajenos al universo. Bullir, nutrir, forcejear en el mismo mundo.
 Danza de piratas,
 llevadme por el fondo de los mares y traedme con vuestra gente hasta aquí en medio de esta  alegría sobre todas las aguas.
Que así sea,
por los siglos de los siglos, sin fin.




IV
Neptuno



No nos grites en los labios, tu garganta profana -sed de voces genitales y fiebre íntima de goces elementales, no nos grites
si no logras -esta noche-, con los demás, adorar de vientre, ardida y descabellada, al dios de los mares.
Deja que héroes brutales -los que ya estrenaron laúdes y epitalamios, los que no entornan ojos tristes a su derecha o a su izquierda-, palpen otros vientres y fiebres íntimas, por el dios de los mares.
Cavilo tu reclamo: Que el trópico amalgame tus senos, tu sed en marcha de jadeos triunfantes. Que el sabor más alto tiene de blanda muralla los músculos cercanos.
Cavilo que, entonces, tu lecho será clamor divino, que el fuego o la nieve nutrirán tu sueño, que lamerás pulmones, lamerás sábanas,
           mujer como la mar inmensa,
           siempre cantando óvulos eternos.
Cavilo que, sin Neptuno contigo, esta suerte restriega la cópula al silencio.
Por acaso, a la hora del entendimiento, toma mi padrenuestro y calla.


V
Paula



Pequeña vida. Cuatro o cinco caminos, inocencia. La mañana es clara y fresca.
Tú, parlando italiano; yo, parlando español. Entendiéndote, niña, ojos pardos, pequeña vida:
...tre...quattro...cinque...sei...sette...otto...
Ángel en el océano, Paula. Sonrisa.
Giras en campanillas de cristal, persigues la claraboya,
giras maquinalmente, multicolor y plena.
Y al apuro de estas suertes, el mundo es infinito
cuando hablas.

VI



Grandes los aplausos, crecida la palabra, me he puesto
a desembrozar algas y equinodermos,
a recordar tus cabellos de sol en la mañana,
quitando de galopes bruscos las roncas palabras, en la mar latiendo, de paso a paso, con mis suspiros.
¿Y esa pena, débil, en la donna de nombre impronunciado?
¿Y esa destilación de algarabías en el espacio?
A mitad de ruta, obsedido, el extraño vagamundo.
Piano piano, abro pupilas, te conservo -leve la garganta- presagios en ternura; caracola de milagros eres, sonrisa de edificios, de grises edificios, neblina que ha destendido mi pena en sombras de edad futura.
El viento no va, no podrá decirte, palmo a palmo, estas alegrías en mi aventura.
Escribo: "Donizetti, 28 de junio, ... Alta la mar, baja la suerte, divino el asombro".
Entre galante palabra de compañeros, hemos dejado, de golpe, nuestros labios desprendidos a la soledad, a los sermones intemporales, a los peces voladores a fondo de agua.



VII



- ¿Visitas un cinema?
- Ocurre
- ¿O te vas entre las yerbas?
- ¡Qué hermoso!
La miro. Delgada. Alta. Zapatitos de nieve y de cielo. Ojos que modulan la tristeza, manos esperando otras manos que hablen sensitivamente:
     "Esta, la fuerza de tu navío en espumas al viento,
      este, el augurio reclamado hace tiempo,
      en tu calle,
      en tus escalones,
      en la palabra de germen doloroso,
      en el amor de todas las tardes,
      bajo los pinos
      y en las arcadas de Madrid

      o Andalucía".


VIII



Ardor visceral, caudal que no se bebe, genuflexión del hombre a su no ser y su muerte:
El cerebro es nadador de filiación en extravío, barca de nostalgia inmerecida.
Canta el aliento en baja voz -llanto de distancia, plumero de nieve, sueño incoloro-, y el invierno mismo trastocado en fuego, al rincón de polvos y afeites indoloros.
- ¿El polvillo rosa de tu faz en primavera?
No me refiero a él, no al domingo de brusco aditamento que escondiera tu edición de muslos al emigrante.
Visceral ardor, caudal de amor en la mar bullente,
entonad con calma, con mucha calma,
una razón de enajenado...


IX
Rigor de culpa en el Atlántico



¿Quién te dijo mi inocencia?...
¿El cerezo que cogimos en algún lugar de tu España?
¿La coca-cola en Rosaleda?
¿El yo-yo que de cuando en cuando -como niño desentendido a ti misma- me puse a envolver?
¿Algún poema desolado, aparentemente soberbio o puro, en tinieblas de enajenación?
¿Quién te dijo, Alba, di?
¿O fue mi palabra transeúnte y de poco entusiasmado viajero en la mar?

Cuando vengas a este punto de la ausencia y me sorprendas, habrás descubierto la torpe acumulación de mis quejas y lo mortal de cada poema, cada poema combate fiero, frente a la vida, su tiempo y su realidad.


X
Mallarmé



Tiene Mallarmé una ola: Se deja llevar a todas partes,
calenturienta o sombría. Su poeta: No el de la impaciencia tuya, no el que nos visita estrujadas las manos y desleído el cabello, sucio el traje y lamentables los calzados.
       Son diferentes: Mallarmé y su ola.
       Herodías es su ola y no lo envidio.

Pelean y viven -en este inmenso océano, ondulante y frívolo- otras olas, otras nubes, otras nodrizas, otros espejos.
Me visitan bruscamente cuando quieren, me abandonan, huyen y su brillo serpentino es de oro y es de plata, es el sol o es la luna.
Y no me dejan apenas
dormir a dulzura y cuerpo, sobre esta hamaca de bronce en que me envuelvo.


XI



Cuánta distancia, lamentaba un niño.
Cuánto he viajado, ha gemido el lecho.
Cuántos árboles en fruto, sueño del abuelo.

Has crecido mar: Olas que empuñan peces del color del canto.
Has crecido ola: Alga que esfuma su procesión de bosques.
Has crecido alga: Mis pies guardan raíces, en profundas simas que no tocado aún.


XII



Hacia el grato embate de las proas, rasga una fronda de éxtasis y zafiros.
Hacia la proa de un barco desmantelado, los peces de argento rondan en lágrimas de rumor desconocido:
Mariposas,
que abrí de par en par,
a la estación Alba del ausente.


XIII



Ojos que vacilan: Cabrilleo de luceros, nubarrones de canto:
El trópico, es el trópico,
contra la brisa y el azul muriente de poesía
y ácida ternura.

XIV
Ensueño



Llevarme un pedazo de mar, de la luna, de los reflejos,
en un cántaro de plata,
en un vaso de papel;
también la sombra
(azul o negra o azul),
con rellenos párpados de callada aureola
y los mil reposos

en las salobres grutas
 de la eternidad.

XV

Tres tristes tigres. O cuatro.
Menudos pies en sesgos de buenaventura.
Mis manos han padecido sojuzgamiento de cariátides:
Eres ya la pulsación de papeles viejos,
eres - desde todos los ángulos, con la intempestiva aniquilación de los peces de oro -
una marcha licuosa y tibia de infaustos quereres:
Soñamos contigo.


XVI
Curazao
Muchedumbre que ha iniciado el otoño:
Genuflexión de bronce, en tierra, mar y cielo.
Curazao, halago de techos rojos
 y verde extensiòn del agua, en los muelles y en el puente.

Oigo, enmudecido y noble,
el himno que brota de tus vírgenes negras.

Curazao:
Tierra, mar y cielo.

XVII

Era un marino blanco y de rabiosa melancolía.
Eran de lino sus manos y de felpa sus zapatitos. Era de almíbar su horizonte
y de cachorro su deseo:
Eso decían las donnas más gentiles, tromba de olor:
Amando los fuegos y sus ceremonias,
amando las fiebres y sus descansos.

Era un marino blanco que a todos perseguía
y sus intocables talones a todas enfurecía...
Y en la última noche de los álamos de mar,
su pálido sueño todavía temblaba.

XVIII



Cada baile no es el brum-bram de la impostura
ni el mal que a cada uno se le ocurre.
Cada baile es apenas cierto módulo curioso,
esa ciencia humana de enternecer la miseria escondida:
"Ahora vamos a ver
por qué llora esa mujer,
si es por hambre
o es por querer"...


XIX

Ahora sé, Alba, pequeña mía, que puedo tomar un lápiz, un cuaderno, afirmar la memoria: A-l-b-a: Sutilmente, con santidad de pétalos.
Ahora, seguramente el rejón de los mesones la oquedad empuja, en la Calle Mayor, en la Gran Vía.
Yo estoy y digo: "Vivo por la próxima aventura.... Vivo el Arco de Cuchilleros. Vivo el Museo de América, el Arco de Carlos III poco grato. Vivo, en fin, las calles recubiertas de lujo y de miseria,
hombre de espantos, hombre sin músculo ni camisa,
hombre sin vanidad ni tiempo, en cada mirada de los siglos".
¿Y el Donizetti? ¿Tu barco enamorado? ¿Ese albo Donizetti?
¿En Buenaventura? ¿Y la joven colombiana? ¿La de pardos cabellos?...
Cuántos lauros abordados a la presencia del hado favorable o del contratiempo.
Rasguños, alborotos, honores, caridades: Resurge mi nervio de rudo obrero, el tan vigoroso, y te recoge en todos los mares de madrugada y te reza nutridas oraciones, músicas del Sena, famas a la Torre Eiffel, risueña calma en Rosaleda. ¡Madrid, Madrid, Madrid!... ¡Cómo vibra la guitarra, gitana!...
Alba, revierto congojas, revierto lágrimas. Y mi retorno es de esmeraldas y de diamantes, también de pan y de ternura, como la vida misma.

XX
Hoy es domingo. Y cada domingo tiene Gloria. Domingo de clavecín, de órgano, de rojas amapolas y de claveles, de voz niña y tus ojos tristes.
Alba tiene Gloria. El maestro, el minero tienen Gloria. Hoy viene el reloj con menos pena y mejor virulencia. Hoy el chopo enardece en copas y mi ausencia tras cada esguince de los manglares.
Esta forma, este aliento, este embate:
Rebozar de cimas tus palmeras y de esperanzas, la ensenada.
Sigo y sigo:
Pez migratorio en azules mares,  verdes o herrumbrosos:
Tocad el terciopelo, tocad los palacetes, ennobleced a los guardianes, haced del fusil una paloma, del hombre una capacidad
y llorad conmigo de dulzura.

XXI
Pleamar

Divagación de serpentinas. Metal maravilloso de empuñadura. Flanco de turquesas y señal de tierra somnolienta.
Crepusculario: Cópula del cristal en las esponjas. Melodía de dos luces deviniendo en mis apuros.
Dos luces: Eres
candil de risa incalculable,
mar que agita pañuelos indescifrables.

XXII

De vez en cuando surcaré los mares, con una espada limpia al hombro y un lirio de paz entre los labios.
De vez en cuando, los niños - que todavía no conozco y que yo sé me esperan - repetirán sus plegarias
y luego - en épocas viriles -, cantarán a las noches de luna y a las alboradas.
Entretanto:
Juegan tus dedos, juegan tus ojos lejanamente tristes, juegan tus calles y sus fervores, tus presentimientos. Todo juega a nuevo mundo y las proas  sueñan distancias incalculables...

XXIII

Grillos de alado crujir en mis carambolas. Te siento a plomo y te soporto.
Yo ya sé que me he ido. Yo ya sé que no estoy, que soy la bruma, que con las arenas acunarás mi nombre: Leve vestigio de una aurora en junio que ya no es.
Yo ya sé que duele mucho el corazón de los hombres, que hasta aquí hemos tendido nuestras palmas y nadie les dio una peseta.
Yo ya sé que el ave legítima de las citas de amor conquista otros escalones, otras vías, otras guaridas.
Soy, ahora, demonio de mar adentro, que mira el sol con más orgullo
que en los pinares.

XXIV

¿Per te Ruperto? ¿Per te?
¿Voy a buscarte?  ¿Y el mundo no esconderá relámpagos? ¿Y la brisa me dará salud? ¿Y los tripulantes raesguardarán nuestras vidas?
¿Toparemos tierra de madrugada?...
Hierven los músculos de los que aman. Los árboles oscilan. Es la locura. La imaginaciòn rebota. Mitad del mar...
¡Donizetti! Voy contigo, vas conmigo. Un amor que se nos queda, un amor me hallarás tú.
Vencida la mar, vencidos los pesares. Estoy que silbo bajo los álamos de mayo.

XXV

Este rostro que recorta mares, esta furia de la tarde, soy yo.
¿Estos vientos del sur? ¿Esta liana de oleadas? ¿Este bregar que renace? ¿Estos ojos de niña verde? ¿Sientes a cada pausa el latido del mar? ¿Y la costa no está cerca?...
Llegan oscilantes, festivos, los valses del Perú (Perú en farándula, Perú de aplausos, alegría de madrugada y próximo bienquerer).
Alba:
Cantándole siempre estoy, con la majestad de esta nave y sus marinos de garbo, con cien guardacostas de victoria y alto encaje de ilusiones.
¡Ah, campanas! ¡campanas! ... anunciad este arribo...
Mi albo Donizetti, guarda nuestros recuerdos:
Venga la campanilla de la hora: ¡Pranzo único! Y tu baile en la sala verde. Y tu algarabía de niños de América y Europa. Tu aplauso desde el sopor en Venecia. Tu violencia de fervor en Latinoamérica.
Que tus conciertos continúen hasta siempre y tus marineros cuenten: O-t-t-o, n-o-v-e, ...infinito...
Y donde tú pongas el ancla, perenniza las mañanas, deja un pan para la cena, jamás la última cena.
Y que, en Guayaquil y otros puertos, los botes clandestinos se lleven
un poco de calor
y de sotto voce corazonados.

XXVI
Chat

-Emigrante, sangre de flores marítimas, ¿te vencerán las brumas?
-Tentaré los cielos claros. ¡Ah!, pretensiones siderales, fauna de nuevos brotes, flores donde corren rostros ávidos de ternura...
-¿Te quedarás en el silencio?
-No es posible. Te traeré el color del rocío, para pintar un nuevo mapa a pedir de este tiempo.
-Que la vida esté contigo, emigrante...